miércoles, 17 de mayo de 2017

EDUCAR CON CUENTOS: EL ORDEN


Siguiendo el esquema descrito en PROGRAMA DE EDUCACIÓN EN VALORES A TRAVÉS DE CUENTOS os proponemos el hábito del orden.

El orden, como muchos otros hábitos, requiere una buena dosis de paciencia. ¿Por qué será que cuesta tanto conseguir que los hijos aprendan y gusten los buenos hábitos? Mucho porque una característica propia de los niños es la inmadurez, y hay que contar con ella (cosa que muchas veces no hacemos). Otra porque requiere esfuerzo (y eso, tanto niños como adultos, llevamos y sentimos dentro la ley del mínimo esfuerzo). Quizás también, y de esto podríamos hablar un poco, porque lo hacemos desagradable, y claro, lo desagradable, no gusta.
Nos ocurre así porque, sin querer, padres y madres, tenemos un “contador” interno de las veces que hacen algo mal, en concreto, hablando del orden, de las veces que encontramos cosas sin recoger. Un contador que nunca se pone a cero, sino que suma de día en día, de manera que ya, a primera hora de la mañana, al encontrar algo fuera de sitio, nos sale un imperioso: ¡Recoge!, que deja de piedra a cualquiera. Ya estamos cansados de tener que estar repitiendo lo mismo todos los días.
Entonces, empezamos a probar nuevas fórmulas, a cual más “agradables”, con el objetivo de encontrar algo que les haga reaccionar: alzar más la voz o gritar, amenazar, humillar, castigar… posiblemente conseguimos una respuesta más inmediata, pero menos eficaz. El niño recoge, sí, pero no por gusto, si no porque no le queda otra salida, o aún peor, por temor. Así no le puede resultar agradable. Dicho de otro modo, esta forma de educar en vez de inculcar gusto al valor y atraerlos, los distancia, les hace repeler lo propuesto… JUSTO LO CONTRARIO de lo que pretendíamos.
¡Qué necesaria es la paciencia y la estrategia!

Comparémoslo con el aprendizaje de conocimientos intelectuales. No consideramos mejor profesor al que transmite mayor cantidad de conocimientos, sino al que consigue que aprendan más. Por ejemplo, un buen profesor de primer ciclo de primaria no se empeña en enseñar a sumar, restar, multiplicar y dividir a sus alumnos. Sabe que no están capacitados y que sería agobiarles. Acabarían aborreciendo la escuela porque sentirían constantemente la insatisfacción de fracasar una y otra vez en los ejercicios.

Sin embargo, sí es buen profesor el que consigue que entiendan y manejen la suma y la resta, de manera que sepan aplicarlo perfectamente cuando corresponda, tanto en la escuela como en la vida real, y comprendan la tremenda ventaja que eso ofrece a sus vida. De este modo el niño queda satisfecho y animado.

Así hemos de actuar nosotros. No convirtamos la educación en algo aburrido, cansino, agobiante… carguémonos de paciencia, optimismo, buen humor y mucha constancia. Así será como pueda hacérseles más agradable esta tarea formativa y puedan, en la medida que les permita su inmadurez, comprender el bien que les hace el dejarse educar.

El juego es el lenguaje de los niños, hablémoslo. Así nos entenderemos perfectamente con ellos. Si usamos el lenguaje de la antipatía, se harán los suecos, harán que no entienden.

Vamos a intentar estrategias para inculcar el hábito del orden.

EL OGRO RECOGETODO:

Es un ogro muy simpático y educado. Lo único que pasa es que es tan sumamente ordenado que cuando ve por la casa cualquier cosa fuera de sitio, se la come. Es impresionante las “tragaderas” que tiene, tanto le da tragarse unos colores, que un diccionario, unos zapatos o incluso la bici; puede con todo. Por eso hay que tener mucho cuidado en colocar cada cosa en su sitio.
¿Y qué hacer cuando Zampón se ha comido algo? Como he dicho antes, nuestro buen ogro, aparte de tener una buena panza, tiene un buen corazón. Si le pides disculpas de tu olvido, él te ofrece sacarlo del buche a cambio de un detalle de orden; por ejemplo, si se tragó unos libros o cuentos, puede pedirte para recuperarlos que ordenes el estante de libros. Otro día puede pedirte que limpies de polvo las puertas de la casa, o que coloques los cubiertos secos del cubertero en el cajón; podría también interesarle que ordenaras y pasaras un trapito al zapatero, o que colocaras algún cajón o estante de ropa. Vaya, él lo que quiere es que compensemos el desorden anterior con un detalle de orden posterior. Papá y mamá se saben entender muy bien con el ogro y nos retransmiten todos sus mensajes.

Se puede confeccionar con una caja de cartón un castillo, que es donde vive el ogro (en este caso es un mini-ogro) y donde lleva todos los objetos fuera de lugar, para luego tragárselos. Luego hay que llamar a la puerta para saludarle educadamente y llegar a un acuerdo para poder recuperar el objeto perdido.


Si el volumen de objetos encontrados sin colocar es muy grande, se puede optar por un muñeco de esos recoge-todo (seguramente es lo que necesitamos la mayoría), que son muy ligeros y con bastante capacidad (el nuestro es de 80 cm de alto y boca de 50 cm, no está nada mal)
Cada noche, para que el ogro recogetodo no tenga el estómago pesado ni sufra pesadillas, le hacemos el favor de vaciarlo un poco, por que, la verdad, se traga cosas verdaderamente indigestas. Si puede ser vaciarlo todo, mejor que mejor, os estará muy agradecido. Por eso conviene contar con unos minutos cada noche para esta operación y asignar trabajillos muy sencillos, por lo menos entre semana, que no harten pero que mantengan despierto el recuerdo del orden.
Pensad también, que el hábito del orden no es sólo bueno por lo práctica y agradable que hace la vida tanto a ellos mismos como a los demás, sino porque supone un ejercicio de responsabilidad y voluntad que les armará muy bien para muchas situaciones de la vida.

EL MINUTO DEL ORDEN:

Si de verdad queremos que los niños sean ordenados, pongámoslo fácil dejando un pequeño hueco en nuestro apretado horario para que puedan ordenar. A  este momento, podemos llamarle "el minuto del orden". Si los niños son pequeños quizás sea más pues su medida de tiempo es muy diferente, pero no más de 10 minutos. Si los niños tienen 10 años o más, no se necesitarán más de tres minutos. Se trata de escoger un momento al día y  que sea fijo, de manera que pueda ayudar a ser "un ritual", una costumbre.

Para los niños mayorcitos recomendamos fijarlo antes de irse al instituto y consistiría en que cada niño echara un vistazo a cómo ha dejado el cuarto, cajones y estantes de ropa.  Es el "gesto", la "buena costumbre" de  no irse de casa sin mirar, despreocupados totalmente de cómo ha dejado la habitación, que es la responsabilidad mínima. Que ordene y coloque lo que pueda en tres minutos. Ya sabemos que hay personas muy ordenaditas y otras que son un auténtico desastre. Pero que cojan el hábito de "repasar", de no quedarse tranquilos ni indiferentes. Para los que sean algo ordenados y cojan el hábito, les será muy fácil ordenar el posible desorden causado en el transcurso de un día. El fin de semana, puede proporcionarse un rato  más largo para volver a poner todo en orden y empezar a cero la siguiente semana. Los "apañados" acabarán pronto y a los que se les "acumule" el desorden, emplearán algo  más. Esto, por la cuenta que les trae, les ayudará a recordar como deben dejar las cosas.

Para ayudar a que no se olvide este "minuto de orden" podemos poner un cartel en la puerta de salida de casa,  ponernos una alarma o incluso poner el cargo de "recordador oficial" a uno de nuestros hijos. Si lo hace bien toda la semana podemos pagarle con un trozo de bizcocho o un helado.

Como veis, en este aprendizaje hay mucha tarea de padres, pues hay que estar "acompañando" a los hijos constantemente, ayudándoles a recordar, marcando el ritmo.  Si no nos acordamos nosotros ¿cómo vamos a exigirles que se acuerden ellos, que son infantiles e inmaduros? Esta es la labor educativa. Aunque nos lleve tiempo unos años, después, lo recuperaremos con creces. Sí, ganaremos mucho más tiempo y muchas más satisfacciones. Merece la pena.

Para los niños más pequeñitos: Se podría empezar por tener un rato de ordenar todos juntos el salón, o el cuarto donde hayan estado jugando. Por eso quizás sea más apropiado que se haga cuando ya se ha acabado la tarde y hay que recoger para cenar y acostarse. Y para evitar que ellos se hagan los remolones y así los padres lo hagan todo, podemos hacer otro juego. Se trata del "tren de guardar".  Hacemos una fila, un tren, todos los miembros de la familia, cogidos por los hombros o la cintura. El primero es la locomotora, que empieza a tirar del tren, mientras dice: "chu, chu, el tren de guardar... chu, chu...." Cuando la locomotora desea, para y dice: "Estación ¡parada! Hay que guardar... (cara de suspense) ¡construcciones!" En ese momento los vagones se sueltan y hay que cronometrar en cuanto tiempo conseguimos guardar en su bote todas las construcciones. Cuando el objetivo está conseguido, el tren se vuelve a montar y la locomotora pasa a ser el último vagón dejando lugar a una nueva locomotora, que decidirá qué será guardado  a continuación: muñequitos, cochecitos, papeles, cacerolitas...

DON SATISFECHO Y DON DISGUSTO:



Se trata de dos muñequitos, dibujados en papel, uno por un lado y otro por el revés. Uno  con una gran sonrisa de aprobación y otro con cara de gran disgusto.
Cuando la madre o el padre, al ir a colocar ropa en un armario o un cajón, encuentran un cajón o estante muy ordenado, dejan allí el dibujito por el lado de Don Satisfecho. Si por el contrario, al ver el armario casi caen hacia atrás, ponen la cara de Don Disgusto.
Se trata de alabar o reprobar sin necesidad de palabras, y en los niños tiene gran efecto. ¡Cuánto les anima ver a Don Satisfecho! Y  a otros les afecta tanto ver a Don Disgusto que se echan a llorar y colocan inmediatamente para que les pongan a Don Satisfecho, entonces quedan tranquilos.

Y ahora las historias, una por semana; acordaros de esa pequeña pero importantísima reunión familiar como os proponíamos en el programa para educar en valores.



HISTORIA DE LA PRIMERA SEMANA: SUCIANIEVES

¿Os sabéis la historia de Blancanieves? Si, ¿verdad? Pero seguro que no os sabéis la de Sucianieves. Pues mirad lo que ocurrió. Un día que Blancanieves y los enanitos habían salido de excursión, una niña llamada Sucianieves se perdió por el bosque. Estaba desolada, pero cual fue su sorpresa y alivio al descubrir en un claro del bosque la bella casita de los enanitos. Tocó a la puerta y como nadie contestaba abrió y entró. Todo estaba maravillosamente en orden. Tal como era la costumbre de Blancanieves. La mesa limpia, el suelo barrido, las sillas ordenadas alrededor de la mesa, la cocina reluciente y sin cacharros por medio. ¡Daba gusto! En casa de Sucianieves, su mamá también lo tenía todo ordenado, lo malo es que para que eso fuera así, su madre tenía que ir detrás de ella recogiéndolo todo, pues, la mala costumbre de Sucianieves era dejar fuera de sitio TODO cuanto tocaba.
Y así fue haciendo ahora. Tenía sed, se acercó a la cocina, abrió un armario y cogió un vaso. Dejó el armario abierto, y el vaso, después de usarlo, encima de la mesa. Se fue al comedor y estuvo sentada un rato en el lindo sofá. Al levantarse dejó todos los cojines descolocados y la tela arrugada. Se aburría, buscó en los cajones algo divertido, y lo encontró: unos lápices de colores y papeles. Pero, claro, ya dejó todos los cajones abiertos. Se puso a pintar y llenó de virutas la mesa y el suelo. Cuando se aburrió dejó todo en la mesa y salió al patio. Justo en ese momento llegaban Blancanieves y los siete enanitos. ¡Qué sorpresa se dieron! ¡y vaya desencanto al ver cómo esa pequeña niña había ocasionado tal desorden!
Ella les dijo que se había perdido y por eso había entrado buscando ayuda.
– No te preocupes – le dijo Blancanieves– puedes quedarte aquí hasta que encontremos tu casa, pero... yo creo que de paso te tenemos que enseñar a ser más ordenada ¿no crees? Vamos a jugar a que en casa hay un ratoncito recogetodo. Si ve algo fuera de lugar, se lo llevará a su ratonera, y si lo quieres recuperar tendrás que pedírselo al ratoncito. Creo que te lo devolverá si le pagas con un detalle de orden ¡es que es muy mirado y aseado ese ratón!
Así fue como su vaso desapareció y cuando tuvo sed Sucianieves tuvo que correr a preguntarle a Blancanieves qué quería el ratón a cambio de su vaso:
– Creo que le gustará que arregles el sofá.
– Voy corriendo.
Ciertamente recuperó su vaso, que ya tuvo cuidado la siguiente vez de recogerlo y colocarlo en su sitio. De este modo Sucianieves, cuando volvió a su casa, era ya muchísimo más ordenada.
(Se puede alargar con muchos más detalles)

Hoja dibujo-texto Sucianieves

HISTORIA DE LA SEGUNDA SEMANA: “NECESITO UN ENCARGADO”

Serafín era un profesor que quería organizar una excursión a una granja-escuela. Debían hacer noche allí, y como los niños eran de 6 años, se le ocurrió pedir ayuda a dos niños de la clase de 5º. Lo echaron a suerte, pues todos los de 5º estaban entusiasmados de poder ir a la granja-escuela, y encima con la categoría de encargados. Los afortunados fueron Nacho y Alberto. Serafín les dijo:
– Pedid permiso a vuestros padres, y si les parece bien iremos nosotros tres una noche para enseñaros lo que luego debéis hacer con los niños de 1º.
Al día siguiente volvieron locos de contento ¡sus padres habían dado permiso!
Así, el viernes por la tarde, Serafín, el profesor, Nacho y Alberto fueron a la granja-escuela.
– Fijaos bien en todo lo que os explique, porque yo lo que quiero es que me ayudéis después con ellos, y seáis capaces de indicar a los pequeños todo lo que tienen que hacer. Por ejemplo, mirad, aquí pondrán las servilletas ¿veis estos casilleros? Aquí los cuadernos y lápices para los apuntes...
Pero Serafín se da cuenta de que Alberto no funciona muy bien. Después de cenar se le olvidó ya guardar la servilleta. Tampoco encontraba la libreta y el boli para puntar las cosas que les explicaba.
A la hora de ir a la cama Serafín se asustó de ver la “leonera” de ropa que Alberto había ocasionado en la mochila. Claro, al día siguiente no distinguía lo sucio de lo limpio y se puso de nuevo los calcetines usados sin darse cuenta. Le costó encontrar la zapatilla pues, por la noche, la había lanzado por debajo de las camas.
A la hora de poner la mesa no llevaba un orden, con lo cual a unos les ponía cuchillo y a otros no.
Sin embargo Nacho funcionaba a la perfección. Se notaba que estaba acostumbrado a ordenar y cuidar sus cosas. Él sí era una ayuda eficaz.
De este modo, y con gran pena, Serafín tuvo que comunicarle a Alberto que no podría ser encargado.
– ¿Sabes que pasa, Alberto? Que en vez de ayudar vamos a tener que ayudarte, y no tenemos tiempo para eso. Intenta ir llevando cuidado de tus cosas y te prometo que si al año que viene lo has conseguido, te reservaré a ti el puesto de encargado. ¡Estaré muy contento si entonces puedes acompañarme!

Hoja dibujo-texto-Necesito un encargado


HISTORIA DE LA TERCERA SEMANA: “MÁS BONITO ES EL ORDEN QUE LAS RIQUEZAS”

Un rey quería ir a visitar a un muy amigo suyo, emperador de un país cercano. Además le gustaba ver mundo.
Por ello preparó una comitiva y allí se encaminó. Aunque era un país vecino, el viaje en carroza se hacía largo y cansado, por ello iba hospedándose en ricas estancias de sus conocidos nobles; un día el castillo de un marqués, otro en el palacio de un duque, o a lo menos en espléndidas mansiones de algún notable caballero. Pero ocurrió que tras una larga jornada, la carroza rompió una rueda, y el rey tuvo que detener su viaje. No le quedó más remedio que buscar hospedaje en la aldea más cercana. Aquella aldea era sencilla, y por tanto no tenía ninguna casa especialmente rica y lujosa. Aún tuvo suerte, pues al menos en el pequeño pueblo había una sencilla posada.
Imaginaos la cara de sorpresa del humilde posadero cuando le entraron a pedir hospedaje para el mismo rey. No podía creerlo. El Rey entró, con cara de contratiempo, y pensando que aquella casucha se le iba a caer encima. ¡No estaba acostumbrado a tales estrecheces! ¡A ver si mañana, al menos, pudieran continuar! Le dieron varias habitaciones, pues su equipaje sólo ya necesitaba dos. A él la habitación más amplia, y el resto de pajes se distribuyó como pudieron en el resto de habitaciones.
Al principio estaba malhumorado, pero se asomó por la ventana y empezó a disiparse. Era el patio de la posada. Allí estaban los tres hijos del posadero. Primero se divirtió con las risas de los niños, pero luego fue reparando en lo acogedor que era aquel patio, tan limpio y con aquellas paredes tan blancas que parecían deslumbrar al sol; las macetas tan bien arregladas y dispuestas por paredes y suelos. ¡Qué colorido y que frondosas! Allá un cántaro adornado, en el rincón una fuente de agua clara, cuyo sonido relajaba y refrescaba. Y aquella enredadera tan verde... y tan limpio todo. Volvió la vista al interior de la habitación y entonces se dio cuenta del encanto de aquella sencillez; cuando bajo al comedor veía todo con nuevos ojos. ¡Le pareció todo tan atractivo! Todo sencillo, pero con tal orden, limpieza y gusto que quedó maravillado. Nunca se había sentido tan cómodo y a gusto. Quedó tan sumamente impactado por todo aquello que cuando al final retornó de su viaje y regresó a su castillo contaba esta impresión como lo más destacado de su viaje. Así, recomendó aquel estilo en su castillo y reino, y desde entonces aquel país fue conocido como el REINO DE BELLOLUGAR.



HISTORIA DE LA CUARTA SEMANA: ¡QUÉ FEO ES EL DESORDEN!

Una niña, Sofía, siempre se quejaba a su madre de que tenía que ordenar.
– ¡Qué rollo es ordenar! ¡Pues ¿que más da?! ¡Si luego volveré a jugar, o jugaré mañana! ¿Para qué lo tengo que guardar?
Siempre estaba con la misma canción.
Pero mirad lo que pasó. Una noche tuvo un bonito horrible sueño.
“Resultaba que su madre le decía:
– De acuerdo hija, no hace falta que recojas. A partir de ahora no te molestaré más. Es verdad que no pasa nada.
– ¡Bieeeen! –dijo Sofía–. Se sentía feliz. ¡Ya no tendría aquella pesada obligación!
Conque empezó a jugar, y como tenía licencia, dejó las construcciones desparramadas por el suelo. Luego se puso a hacer los deberes: tenía que acabar una lámina de dibujo. Después continuó jugando. Al llegar la hora de acostarse se tomó la leche y al final se acostó.
A la mañana siguiente se levantó. Fue a buscar los pantalones preferidos, pero no los encontró. ¿Dónde estarán? Vaya, ¡Ah, claro! No los eché al cubo de la ropa sucia y no los habrá lavado mamá. ¡Qué lástima! Estuvo entretenida mirando qué ponerse y no se dio cuenta que se hacía tarde. Al verse el reloj echó a correr y pisó una de las piezas de las construcciones que no había guardado el día anterior ¡¡Ay!! ¡Qué daño!, claro tampoco había encontrado las zapatillas.
Bueno, en fin, rápido a desayunar. ¡Anda! ¿Y el anorak? Ayer no debí ponerlo en su sitio. ¡Ya me estoy cansando!
-¡Venga, al cole¡- dijo su madre.
¡Ah! El dibujo de plástica ¿dónde está? ¡ya está bien! ¿dónde lo puse? Estaba nerviosa. El sueño así continuó, pasando día tras día sin ordenar, hasta que llegó a tal extremo, que cada vez que abría un armario se le echaban encima todo tipo de cosas dispares: zapatos, tenedores, manzanas, puzzles, la ropa planchada ya arrugada, los deberes... ¡¡ qué agobio!! ¡¡ qué agobio!!, y empezó a llorar. Estaba tan incómoda que se despertó llorando.
– ¡Mamá!¡Ayúdame! ¡Ayúdame a salir del desorden! ¡Ayúdame, que quiero ordenar!
La madre no entendía mucho, pero corrió a consolarla:
– Claro, hija, te ayudaré.
– Mamá, no me gusta ordenar, pero me gusta que esté todo ordenado.
– Pues, entonces, hija, no queda más remedio que ordenar. No te preocupes. Con nuestra ayuda será fácil ¿Quieres?
– ¡¡Sí, sí!! Sí quiero.
Y así Sofía se convenció de la necesidad de este hábito.

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