La amabilidad y simpatía son valores que hacen la convivencia más gratificante.
En el terreno educativo, que es nuestro objetivo, también podríamos
probar a añadir estos ingredientes. Hay niños dóciles, pero también hay otros
que son realmente rebeldes. En muchas ocasiones convertimos la educación en una
guerra, una durísima guerra padres–hijos, que nos hace sufrir a todos.
Si disminuimos la exigencia, la
situación parece suavizarse, pero claro, esa no es la solución. Conviene exigirles,
y mucho, porque es necesario y formativo para ellos. Además nuestros hijos son más
capaces de lo que pensamos. El problema es que al exigirles, surgen con más
frecuencia las rebeldías, protestas, desobediencias… Esto lo constatamos desde
muy pequeños: se niegan a recoger, se hacen los sordos a las llamadas, no se
dejan amoldar a un horario… al final, nos crispan y estallamos.
¿Y de mayores? Pueden tener una actitud
egoísta de recibir todo y colaborar muy poco; poca responsabilidad en sus
obligaciones, faltas de respeto al hablar, discusiones para todo…
Ante todo esto ¿dónde cabe el
buen humor? Al final nos parece que la única manera es por las malas.
Por la malas
Cierto que por las malas hay una
respuesta rápida en el hijo, al menos aparente. Pero es por temor. El hijo
acaba haciendo lo que queremos nosotros (parece que hemos ganado), pero no está convencido de que aquello sea lo mejor; al contrario, intentará escaparse siempre que
pueda (cuando no esté la vigilancia o la amenaza de castigo), en realidad, puede
haber aumentado su grado de disgusto o rechazo, justo lo contrario de lo que
pretendíamos.
Por las buenas
Sin embargo, por las buenas, es mucho más lento, aunque también
mucho más eficaz. Se trata de dialogar con él, hacerle pensar y que pueda
descubrir por sí mismo las razones de porqué esa obligación es conveniente. Si las razones
son descubiertas por ellos mismos, de alguna manera las hacen propias. Y las
razones que tenemos cada uno son las que nos hacen actuar de una manera u otra.
Por las buenas no quiere decir que tengamos que
dejarles hacer lo que quieran, no. Tenemos que exigir y mandar, pero lo hemos
de hacer siempre con respeto. Con firmeza, con seguridad, pero con respeto. Toda persona merece respeto, por tanto, no podemos
hablar de cualquier modo. Se ha de notar, ellos lo han de notar, que les respetamos,
que les queremos, que nos mueve siempre el deseo de buscar su bien. Y esto es
de suma importancia.
En realidad, hemos de llegar a
“ganárnoslos”. Entonces todo es mucho más fácil. Para ello no hemos de
escatimar tiempo en juegos, en compartir momentos, dialogar… siempre bien
“rebozado” de amabilidad y buen humor.
Si hemos conseguido esto,
podremos llegar a exigirles mucho.
¿No será contraproducente exigir mucho?
“No tiremos tanto de la cuerda que se pueda romper”, se suele decir. Tirar “tanto”
significa exigir secamente, ásperamente, con gritos y palabras hirientes. Esto
sí daña el ánimo y el orgullo del hijo. Esto sí que les hace sentirse
sometidos, sobre todo a los niños de personalidad fuerte o rebelde.
Sin embargo, tirar de la cuerda
con suavidad es positivo, lo necesitan, pues les hace avanzar y no quedarse
estancados. Suavidad sería una firmeza llena de respeto y cariño. Es el
empujoncito que necesitan.
Quizás nos sea más fácil de
comprender, si pensamos qué efecto produce en nosotros las órdenes de un jefe
malhumorado, colérico y apremiante. ¿Nos estimula? ¿Nos entran ganas de
trabajar mejor? ¿Nos inunda la ilusión?... Sabemos muy bien que todo lo
contrario. Sin embargo, si el jefe nos reconoce y admira un trabajo realizado
nos entran ganas de dar la talla igual o más, la próxima vez.
¿Qué os parece la idea de que
este verano renováramos el deseo de ser amables? Esto
significaría, por ejemplo, que nos hablásemos mejor unos a otros, con más
calma, sin interrumpir, con mejor tono, con más sentido del humor... Tendríamos
que despachar o dejar a un lado nuestras prisas, nuestro mal humor… No tenemos
que cargar la “atmósfera” con el dióxido de carbono de nuestros nervios,
nuestros humos… ya que podemos producir un cambio climático en nuestra casa
bastante nocivo para todos. Al contrario, tenemos que llenarnos de optimismo
ante este verano que tenemos por delante.
Si lo intentamos todos juntos el efecto será mayor.
CONCURSO DE AMABILIDAD Y SIMPATÍA
Se nos ocurre esta especie de
juego para educar sin tantas explosiones de gritos y malhumor.
Empezamos proponiendo este verano como el verano “SMILING” (por continuar con
la línea que tenían nuestros hijos en el colegio). Invitamos para la
ocasión a Mister Sonrisas, ¿lo conocéis?
¿no?, pues... ahí lo tenéis:
|
Por cada persona, haremos un casillero, con tantas casillas como días tenga el mes. El reto es que cada día podamos dibujar una carita con sonrisa pues se ha realizado un detalle auténtico de amabilidad y simpatía. Con “auténtico” queremos decir que haya supuesto un pequeño esfuerzo, un paso más en lo habitual; por ejemplo: un esforzarse por contestar bien a los padres cuando no lo iba a hacer; saber ceder el objeto por el que discute con el hermano; un decir: ”¿te puedo ayudar en algo?” cuando veo a papá o mamá trabajando y yo estoy libre…
Nosotros, padres y madres, también debemos participar (con o sin casillero). Un gran reto: hablar a los hijos en el momento oportuno, con calma y respeto. A ver si van disminuyendo nuestras explosiones. Pero también entre los dos, padre y madre: ¿Qué tal si me esfuerzo por decirle al otro mi punto de vista sin acalorarme, cuando no están los niños, para que la opinión del otro no quede menospreciada ante ellos? ¿Qué tal si le hago sentir que se merece que lo escuche y por eso no salto con lo mío interrumpiéndole?
Podemos aprovechar a Mister
Sonrisas para que mantenga durante el verano el interés por ser amables. Si lo
dibujamos en un papel puede aparecer dentro de un zapato o debajo de la
almohada de alguien para felicitar alguna buena actuación. También lo podemos
usar para que nos transmita algún mensaje de vez en cuando de cómo vamos de
amabilidad y buen humor. Incluso puede aparecer en alguna puerta contando un
buen chiste.
Si queréis tarjetitas con la cara de Mister Sonrisas, pinchar:
Mensajes Mister Sonrisa
Si queréis tarjetitas con la cara de Mister Sonrisas, pinchar:
Mensajes Mister Sonrisa
Por si os da ideas, os ponemos un
posible ejemplo de las bases para el verano, aunque cada familia puede pensar
las que mejor se ajusten a sus necesidades. Se puede confeccionar un cartel y
ponerlo detrás de la puerta de entrada a casa, para que nos sirva de recordatorio.
Lo encabezamos con un gran título:
VERANO SMILING, lo decoramos a nuestro
gusto y escribimos las posibles bases:
-Cada día un detalle de simpatía
(ceder al otro la mejor parte, hablar educadamente, no discutir por algo, hacer
un favor…)
-Cada mes el que tenga 25 caritas
podrá participar de un plan especial. (1)
-Cada día se puede recuperar como
máximo una carita, de un día no ganado. (2)
-Al final del verano habrá un
ganador Miss o Mister “Simpatía”, que será galardono con un día “especial” para
él o ella, donde todos le harán la fiesta y le procurarán una sorpresa
“amable”.
-Si hay “atentados” o “bombas de
antipatía” durante el día y no se enmienda después de ser avisado (máximo dos
veces) se solucionará con “la caja de los arreglos” (3)
Aclaraciones:
(1)Mejor planes que no supongan
gastos adicionales de dinero (alguna vez se puede, pero sin abusar pues solemos
tender a ello con facilidad), pero sí “gastos” adicionales de afecto, p.ej.:
una salida en bici a explorar; ir a visitar nuevos parques; jugar un partido de
tenis, baloncesto con ellos o compartir sus aficiones sin escatimar tiempo...
Vosotros sabéis qué les puede hacer más ilusión.
(2) Es para evitar que un día se
den el atracón de detalles simpáticos y después se permitan el lujo de molestar
“tranquilamente” durante toda la semana. Es mejor la constancia.
De todos modos, este juego es sólo un incentivo. Debemos
recordarles que hemos de buscar “ser”
amables porque sí, por que la amabilidad mejora nuestra vida, nuestra
convivencia… aunque no todos los detalles que hagamos queden reflejados en el
casillero. Decirles que, el que lo hace
no por la recompensa, es un
auténtico héroe y demuestra mucha personalidad.
(3) Cuando estén fallando hay que
darles un aviso para que puedan reaccionar y enmendarse. Si toman nota hay que
felicitarles por que tiene mucho mérito reaccionar cuando estamos calientes.
Pero si intencionadamente insisten en su mal comportamiento habrá que
solucionarlo acudiendo a la caja de los arreglos.
LA CAJA DE LOS ARREGLOS:
No es más que una caja (de
zapatos va fenomenal), que podéis confeccionar y decorar todos juntos, de la
siguiente manera: Dobláis la tapa por la mitad. En un lado de la tapa hacéis un
agujero redondo para poder meter la mano al interior de la caja y en el otro
lado, una pequeña raja, a modo de buzón. Dentro de la caja ponemos un
cartoncito que separe el interior en dos
mitades (llamémoslas A y B).
En la mitad A vamos a meter pequeños papelitos
cortados y doblados donde está escrita una penalización. Los podremos coger a
través del agujero de la tapa. En estos recortes escribiremos penalizaciones
que hayamos pensado entre todos, bajo la dirección de los padres. Pueden servir
de ejemplo:
- limpiar el polvo del comedor.
- 15 minutos menos de T.V.
- Pedir disculpas a quien
hablaste mal.
- Ir 10 minutos a una habitación
a pensar cómo te has portado.
- Recoger los cubiertos secos en
el cajón.
- Pensar y hacer un favor a tu
hermano.
- Ordenar los cuentos.
- Barrer el pasillo.
-¡SUERTE! No tienes que hacer
nada.
(ésta les gusta mucho ¿no estamos en el verano de la simpatía? También
hay que ser simpáticos castigando...)
La idea es tener pensadas las
penalizaciones para que, cuando nos vengan los “arrebatos y ansias educativas”
no nos salga lo que no queremos. Así todo controlado y todos tranquilos. Además
ellos saben las reglas del juego y saben lo que puede pasarles si no cumplen.
Casi podríamos decir que, si son penalizados, es porque quieren.
Una vez realizado “el arreglo”,
deben doblar el papelito y echarlo a la mitad B a través del buzón que hicimos
en la tapa. Cuando se nos terminen los papelitos de la mitad A, levantamos la
tapa y la giramos, haciendo coincidir el agujero de la tapa con la mitad B que
está ahora llena de los papelitos. Y vuelta a empezar.
Se puede tener una bandejita o
cajita de papel con el nombre de los participantes, donde tener los papelitos
pendientes de realizar, ya que a veces nos pilla en momentos de prisa y es
imposible ponerse a hacerlo. Tenerlos allí nos recordará que aquello quedó
pendiente, ya que conviene que no se nos
olvide y vean que todo queda en palabras, como muchas veces. Esto no educa. Hay
que actuar; con respeto y cariño, pero actuar.
Os deseamos a todos un feliz
verano “SMILING”.