miércoles, 15 de marzo de 2017

COMO AYUDAR DESDE CASA PARA UNA BUENA CONVIVENCIA ESCOLAR




Puesto que el hombre es un ser sociable por naturaleza, se realiza y necesita relacionarse con los demás. El  arte de saber vivir con otras personas es lo que llamamos convivencia. De la calidad de esa convivencia dependerá también  la calidad de nuestra vida afectiva, lo que nos proporcionará  un grado de bienestar y felicidad mucho mayor que el que pueda darnos la calidad de las instalaciones donde  vivamos o de los objetos que nos rodeen.
Visto así, la  asignatura de “saber convivir” se convierte en una de las más básicas y prácticas que necesita una persona y el lugar idóneo para aprenderla es el hogar, donde la convivencia es más íntima e intensa.
Vamos a ver cómo los padres y madres podemos ayudar a la buena convivencia escolar. Daremos pautas para actuar antes de que sucedan los conflictos escolares y para  actuar después.

CÓMO AYUDAR ANTES DE QUE SUCEDAN LOS CONFLICTOS

En la educación mejor es ir por delante, proponiendo y formando los valores que les ayuden a conducirse por la vida con acierto, que por detrás arreglando y reprochando sus errores. Es decir, en la educación es mejor eso: “Educar” y de esta forma sencilla se evitan muchos problemas.

1.- Procurar ganarnos la confianza de nuestros hijos.
Para ello conviene “estar” con ellos,  compartir juegos, tiempo… acostumbrarnos a hablar con ellos de todo, de sus clases, asignaturas, de cosas que pasan, amigos…  Si un niño no tiene costumbre de hablar con sus padres, le resultará muy difícil contar sus conflictos, sus sentimientos…

2.- Nunca poner cara de enfado ni de disgusto cuando nos cuenten algo.
Si en vez de explicarles con cariño lo que hubiera sido más correcto, empezamos a alarmarnos o incluso a reñirles, tendrán miedo de contarnos las cosas otra vez, sobre todo cuando intuyan o sepan que ellos también tienen algo de culpa. Esto puede crear separación, con sus funestas consecuencias. Si nos ha pillado de sorpresa y nos hemos enfadado, que no falte el pedirles perdón y hacerles notar que en el fondo nos ha dado una gran alegría que haya sido valiente en contar la verdad.

3._ Aumentar la actitud de “comprensión”.
Nadie es perfecto. Más bien todo lo contrario  ¡qué frágiles y limitados somos! Un ejemplo: nosotros mismos. Aun poniendo toda nuestra buena voluntad ¡qué fácilmente fallamos! Hemos de aprender a ver con naturalidad esta condición.  Sin embargo ¡cuántas veces no somos comprensivos  con otros miembros de la familia!
 La mejor manera de enseñar a ser compresivos, es la misma que para enseñar un idioma, “por inmersión” ¡con lo difícil que es el chino y hay que ver lo bien que lo hablan los niños chinos!  Del mismo modo, si nosotros, padres “somos” comprensivos, aprenderán a comprender. Por ejemplo, cuando alguien en casa se equivoca, abundar en frases como: “Todos tenemos malos momentos…” “Se le habrá olvidado, pero ahora mismo lo va a hacer…” o  “Está muy cansado, piensa cuando tú vienes del entrenamiento…” “Bueno, todos no valemos para lo mismo, cada uno tiene su especialidad…”  “Espera un poco, ya sabes que es así, pero luego es más bueno que el pan…”
También  entre nosotros, padre y madre, disculparnos, esperar, dar un margen ancho y nunca hablar mal del  otro delante de un hijo.
Ser comprensivos no quiere decir pasarles todo, sino comprender y disculpar   la inexperiencia, la inmadurez, la debilidad, no presuponer mala voluntad, hablar  con calma aunque tengamos que poner un límite. Ni la insistencia ni el tono arreglan nada, bien lo sabemos, antes nos irritan más.

4.- Aceptar las diferencias.
Somos seres únicos e irrepetibles, así de rica es la variedad humana. Añadamos a esto que cada uno está marcado por múltiples factores: la educación recibida, costumbres y cultura,  el entorno que nos rodea,  el bombardeo de los medios de comunicación, los sufrimientos o tensiones que cada uno vive, la salud o estado físico… por tanto no podemos esperar que todo el mundo actúe como yo espero. Otra cosa que debemos enseñar a nuestros hijos: aceptar con naturalidad la forma de ser de cada persona, empezando por los de casa.

5.- Cultivar actitudes positivas de reencuentro:

Quitar hierro al asunto: No exagerar los fallos ajenos; a veces dificultamos el reencuentro porque atribuimos demasiada culpa a la falta cometida. Objetivamente: muchas cosas las vemos subjetivamente. Seamos desenfadados  y posiblemente seremos más justos.

Disculpar y pedir disculpas.
Practicarlo en los pequeños roces que surgen en casa. Cuando nosotros, padres y madres, hemos perdido el control, es bonita la naturalidad y facilidad que tienen los niños en perdonarnos, olvidar y empezar de cero. Esta vez aprendamos de ellos a  tener un corazón grande ¡nada de rencores en familia! A los adultos, pedir perdón nos cuesta, por tanto, cuando lo hacemos demostramos fortaleza y cuando no lo hacemos demostramos orgullo, que no es lo mismo.


COMO AYUDAR DESPUÉS DEL CONFLICTO:

1.-Escuchar con calma, intentando captar, comprender lo que ha sucedido, si el hecho es reincidente…  A veces nos cansa escucharles y no ponemos atención, incluso damos consejos a la ligera sin habernos enterado bien.

2.-Poner en duda la versión de nuestro hijo. Con cariño y con preguntas intentar  sacar la verdadera historia. Todos sabemos que tendemos a agrandar las faltas del otro y disminuir, incluso ocultar las propias. Aún con niños muy sinceros, no está garantizada la autenticidad de la versión,  pues ellos pueden estar muy convencidos de que su interpretación es la correcta y no serlo. Ni creernos todo a pies juntillas, ni no creerle y decirle de primeras: ¡qué habrás hecho tú!

3.- Actuar en proporción a la falta.

    Si la falta está dentro de la normalidad en la vida escolar, como niños que son:
             -Podemos animarle a pensar cómo hubiera sido la actitud correcta, en él y en el otro.

          -Animarle a que, cuando ocurran los conflictos, se exprese sin miedos y diga, con todo el respeto del mundo, lo que crea que procede.

           -Ayudarle a reconocer su parte de culpa y pedir perdón por lo que hizo mal. Esto es muy importante. Cuando pensamos que alguien nos ha hecho mal, recibir su disculpa nos sabe a que se nos  ha hecho justicia y nos sentimos mejor.

          -Potenciar la actitud de “tender puentes”, será más fácil si en casa vivimos aquello de la comprensión, aceptar las diferencias, quitar hierro y no dramatizar. Animarles a no ser rencorosos y explicarles aquella frase de: ”Es mejor tener amigos que enemigos”. El rencor no soluciona nada, más bien lo empeora, pues si tratamos mal al otro, éste se sentirá herido y tendrá deseos de volver a molestar.  Si el conflicto no es muy serio, la gran mayoría de niños vuelven a ser amigos cuando se les anima a ello. Animémosles pues, es a nosotros, los adultos, a los que nos cuesta olvidar, por eso no queramos meterlos en nuestros moldes. Por ejemplo digámosle: “Venga, mañana cuando le veas dile:  -Hola, perdona lo de ayer… oye ¿de qué es tu bocadillo? - Y ya verás como  todo vuelve a la normalidad”.
Si nos ven convencidos y tranquilos  a nosotros, ellos no harán ningún problema, pero si nos ven acalorados y dando vueltas al asunto, pensarán que debe haber sido muy gordo lo ocurrido y harán el papel correspondiente.

          -Valorarle que haya contado lo ocurrido y animarle a que lo haga siempre que tenga algún problemilla, decirle que nos gusta mucho poder ayudarle que para esos estamos los padres. Si el niño encuentra agradable ese ratito, tenemos la puerta abierta para que pueda acercarse sin miedo cuando surja una nueva situación.

    Si es reincidente o algo más serio:

     -Debemos hablar con el profesor o tutor. Es bueno saber su versión. Si no fuera consciente de lo ocurrido, es bueno tenerlo avisado para que pueda vigilar a los implicados y poder prevenir un nuevo incidente.

    -También podemos hablar con los padres del niño o niños implicados. No nos referimos a comentarle cualquier nimiedad que me haya molestado, sino  de un problema que consideramos algo más serio o  que es reincidente y empieza a inquietar.  Para ello hemos de asegurar unas ciertas condiciones, sino en vez de arreglarlo podemos estropearlo aún más:

-Acerquémonos con amabilidad. Vamos a hablar para ver si, entre todos, arreglamos ese problema de convivencia entre nuestros hijos.  En el fondo, eso es lo que queremos todos.

-No vamos a echar culpas a  nadie, dudemos  de la versión de nuestros hijos.

-Pidamos disculpas de la parte que nos toca, que seguramente algo habrá.

-Sepamos escuchar sin interrumpir y estemos abiertos para que nos puedan decir cómo ven ellos las cosas. Escuchar con calma, escuchar todo. Recordar aquella frase de Groucho Marx: “Más vale callar y parecer tonto, que hablar y disipar completamente las dudas”.

- No remover asuntos pasados que ahora no vienen a cuento.

-Aceptar sin justificarnos, todo lo que se diga de nuestro hijo (¡¡prueba de fuego!!) Estar convencidos de que nos viene MUY BIEN para conocerle. Ninguno estamos libres del peligro de  “ceguera” y “sobreprotección” cuando se trata de nuestros hijos.

-Seamos nobles, reconozcamos que tienen razón cuando la tienen. No queramos disimular, ni excusar, ni atenuar, ni defender por defender a nuestros hijos. En ese caso, reconocer nuestro fallo y pedir disculpas.


SUPONGAMOS UN CONFLICTO EN CLASE, para comentar entre todos:

Vicky y Laura son amigas, siempre van juntas en el recreo y  se apoyan para todo, por eso van cogiendo fuerza y con derecho a gobernar. La verdad es que son bastante “marimandonas”.

Ven que Sara, Pedro, Carmen y Tomás juegan a balontiro en una esquina del patio. Vicky y Laura quieren jugar y se meten en el campo. Sara coge la pelota y les dice que es suya y que no les dejan jugar porque  están muy a gusto así. Como a Vicky le ha sentado muy mal la negativa, ni corta ni perezosa agarra del pelo a Sara y la empieza a estirar de tal manera que le arranca un impresionante mechón de pelo. A esto los otros tres  empujan a  Vicky,  y de paso a Laura por ser su amiga y las tiran al suelo, luego  se marchan corriendo.
Al llegar a casa, Vicky  cuenta a sus padres que unas niñas y niños de su clase no les dejan jugar con ellos y encima les han tirado al suelo para que se vayan. Ante esto el padre de Vicky se presenta a la hora de salida del cole, entra en el recinto y espera en una esquina del edificio a Sara. Esta llega junto con Carmen.  El padre de Vicky dirigiéndose  a Sara le dice que son unas malas compañeras y que como vuelva a tocar a su hija, le pega un bofetón que le rompe las gafas.

Cuando Sara y Carmen llegan a su casa, cuentan “su versión” y sus padres les dicen que no les hagan caso, que son un par de tontas y que con esa gente mejor que no se junten y por supuesto que si quieren jugar otra vez les digan que ni hablar.



                

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