lunes, 27 de mayo de 2013

PROGRAMA PARA EDUCAR EN VACACIONES


 


Se van acercando rápidamente el final de curso y las vacaciones de verano. Indudablemente es un respiro y se necesitan, pero  por otro lado si no sabemos qué hacer con los niños tanto tiempo, puede desbordarnos la situación. Sabemos que cuando están desocupados y se aburren, acaban empleando el ingenio y la energía en molestar y procurar guerras a todos los de casa o bien  abusando de ordenador, televisión, calle…
Con los hijos es mejor ir por delante, proponiendo y llevando una dirección,  que por detrás, reprochando o enmendando todos los errores o destrozos. Merece la pena invertir algo de tiempo en planificar; en el fondo, ganamos tiempo y ganamos niños.
Igual que los maestros no empiezan curso sin una idea clara de lo que van a hacer ese año, sin una programación precisa de contenidos y actividades, nosotros, padres y madres, tampoco deberíamos empezar el verano así. Por supuesto no es necesaria tanta formalidad ni tanto detalle, pero sí una idea clara de qué queremos hacer este verano, qué actividades no deben faltar y qué horario. La organización es una de las claves del funcionamiento de las instituciones y empresas. El hogar es una pequeña institución.

Nos parecen  actividades imprescindibles:
  1. Poner una hora de levantarse. Cada uno piense una hora adecuada que asegure el descanso necesario, pero una vez conseguido... ¡¡arriba, que hay mucha vida por vivir!! Si aseguramos esto, todo irá muy bien. Si empezamos pactando con la pereza, la arrastraremos todo el día.
  2. Tiempo de colaboración en el hogar, con pequeños servicios, adaptándonos a las edades. Nunca lo omitáis, más que el trabajo en sí que puedan realizar es el hábito, la disposición que se va generando en ellos lo que es vital.
  3. Tiempo de estudio. También con poco será suficiente. Conviene que no olviden lo adquirido durante el curso para no empezar el curso a cero. El ponerse al día después se les podría hacer muy duro.
  4. Mucho tiempo de juego: familiar y solos, de todo. Juegos de deporte, de mesa, de parque... tenemos mucho para variar (no queremos decir todo en un día, claro). También puede ir bien recorrer las habitaciones de casa con papel y lápiz para ir anotando todos los juegos o actividades que tenemos en casa, que se acumulan en los armarios y no les sacamos provecho. Hay muchos muy interesantes, divertidos , culturales, de destreza... ya sabéis: puzzles, construcciones, de manualidades, de conectar preguntas con respuestas, de ingenio, de cultura, de magia... en fin ¿para qué queremos tantos, si no los usamos?
  5. Tiempo de dialogo familiar y personal con los distintos miembros de la familia. Empezando entre nosotros, padres, como base de los otros. Tenemos más tiempo para fomentar la unión entre nosotros y con ellos. Estos diálogos conservarán de forma natural la apertura de los hijos a los padres, que tanto deseamos todos. También es el momento de hacerles pensar sobre alguna actuación o comportamiento que no estuvo bien y porqué, y si fuera conveniente ponerles alguna penalización ya que esto les ayuda a comprender donde están los límites.
Y luego todo lo que queráis: manualidades, parque, cocina, música, inglés, deporte, disfraces… Realmente necesitamos todo un verano para poder hacer todo esto, no lo desperdiciemos. Son años preciosos, que no volverán  (aunque  haya otros), los cimientos  que pongamos ahora nos permitirán construir muy alto después.

EL SECRETO DE LOS ENANITOS:
Por si ayuda a ambientar todo esto, podemos presentaros a unos personajes que todos bien conocemos: Blancanieves y los siete enanitos. Si  a algún hijo le resulta infantil, se le puede encargar de presentar todo esto al otro(s) hermano(s) y que lo anime él echándole una buena dosis de imaginación.
Cada semana le tocará a un personaje ser el protagonista y explicar el secreto de su nombre. Nos hará pensar sobre un valor y nos  podemos proponer algo de forma conjunta  en casa. Sería muy conveniente fijar una asamblea al final de la semana para evaluar cómo nos ha ido el propósito y para presentar al nuevo personaje.
Como idea sencilla, se puede dibujar el personaje (en entretela blanca y con plastidecores quedan muy vistosos) e ir decorando la habitación. Esto hace atractivo al niño toda esta historia, le es mucho más fácil de recordar y al mismo tiempo le mantiene la ilusión por  llegar a tener todos los personajes. Ahí os los presentamos.

Enlace a fichero.pdf con las figuras















miércoles, 17 de abril de 2013

EDUCAR CON CUENTOS: APRENDER A CONVIVIR


Siguiendo la metodología propuesta en Programa de educación en valores a través de cuentos, vamos a tratar el tema de la convivencia.


Convivir, como su nombre indica, es vivir con;  por tanto podríamos definir  “convivir”  como el arte de saber vivir con otras personas. El hombre es un ser sociable por naturaleza, de ahí que se realiza en esta relación con los demás, en esta proyección de su ser y su actividad en los otros. Cualquier profesión cobra todo su sentido cuando se realiza con este empeño de beneficiar y ser útil a la sociedad. Todo esto es aún más patente en la familia, un espacio en el que el círculo de las relaciones es mucho más estrecho e intenso, donde cada miembro tiene el gratificante  deber y  derecho de dar y recibir, de ser querido y aceptado.
Bien pensado saber convivir  es la “asignatura” más práctica y necesaria de todas, pues estamos inmersos en una sociedad,  la que más provecho nos puede hacer en nuestra vida y de la que depende, en buena parte, nuestra felicidad. Conviene valorar todo aquello que mejore la convivencia pues si en nuestro espacio familiar o laboral falla, nos sentiremos fracasados, aunque no falte detalle en la vivienda o instalaciones.

Una buena convivencia no depende sólo de la suerte, es también fruto de nuestro empeño.

Indudablemente, hay personas con un natural más agradable que otras, pero la buena convivencia es algo que todos podemos conseguir; obviamente con esfuerzo, como todo en la vida.
Podríamos analizar algunos aspectos que ayudan a mejorar nuestra convivencia:
  • Superar el individualismo. 
  • Saber escuchar.
  • Aumentar la comunicación.
  • Saber dialogar.
  • Ponerse en el lugar del otro, aumentar nuestro nivel de comprensión.
  • Reconocer nuestros errores, saber pedir disculpas, saber disculpar.
  • Tolerancia, Afecto.

Superar el individualismo:
 El espíritu competitivo de nuestra sociedad, la vida de prisas que llevamos y el egoísmo innato al hombre, producen un efecto de “ir a la nuestra” que parece ir aumentando en cada generación.
El individualismo, es decir, mirar en exceso por uno mismo, el pensar que lo mío es lo único que importa, es un espejismo que se paga caro. Los demás existen, por tanto vivir como si no existieran es vivir fuera de la realidad. Por ejemplo, los hijos existen. Cuando uno se prioriza constantemente a sí mismo se crea un ambiente incómodo alrededor que acabará incluso contra él. Se entra en una espiral cuyo centro es uno, que acaba ahogando.
El individualismo es dañino en cualquier parte, pero en la familia es letal. Entre padre y madre y entre éstos y los hijos ha de sentirse que los demás cuentan, son queridos y tenidos en cuenta. No tengamos miedo a dar nuestro tiempo, a ceder. En estas cosas quien parece que pierde “gana” y el que parece que gana “pierde”.


Saber escuchar:
 Y que lo perciban los demás. Escuchar mucho, escuchar siempre. Dejar que se expliquen hasta el final, aunque a veces imaginemos lo que nos van a decir. A veces sólo buscan  sentirse escuchados, encontrar alguien con quien compartir la carga de sus pequeñas o grandes preocupaciones.  No deberíamos permitir nunca que en nuestra familia alguien se sienta solo. Escuchar no está reñido con decirle correctamente a un hijo que hablaremos más en otro momento, si el horario no lo permite. También es educar el regirse por el orden que la vida nos impone. 


Aumentar nuestra comunicación:
 Sí, nos conviene abrirnos. Igual que nos gusta que tengan confianza con nosotros y nos cuenten sus cosas,  a los demás también que yo les haga partícipes de lo mío. Notan que les apreciamos y que son dignos de nuestra confianza.  Esto no anula la discreción para contar las cosas a quien se deben contar, pero siempre es posible dar calor al ambiente con una conversación adecuada al momento y a las personas presentes.
Saberse abajar a los niños con los temas que a ellos les gustan, aunque sea reírse de un chiste que te  han contado tres veces. Sabernos contar padre y madre nuestros sentimientos, los acontecimientos diarios, lo que nos preocupa, darnos ánimos, relativizar las preocupaciones…  Esto es mucho más importante de lo que parece. Toda esta comunicación produce, suave y naturalmente, una fortísima unión entre las personas. Desgraciadamente la falta de esta comunicación produce, también suave y naturalmente, una fortísima desunión.


Saber dialogar:
Un largo tema que ahora sólo nombraremos. Fundamental entre padre y madre. Fundamental con los hijos. Fundamental con todos. Hace falta tener una mentalidad abierta para aceptar la manera de pensar de los demás, con respeto.
Lo ideal sería tener un clima de diálogo donde se pueda hablar con libertad porque  uno se sienta escuchado y respetado, donde se vean pros y contras, se razone sin intereses, buscando lo  mejor. Cuatro ojos ven más que dos; no se trata de ver quien gana, sino de encontrar la mejor solución   ¿no es así?  Una vez encontrada  se acepta gustosamente, sin importar quien la propuso.
Un clima de diálogo correcto nunca debería aceptar los enfados, imposiciones y prepotencia, interrupciones y atropellos… esto no lleva a ninguna parte. Es más, si la ideología de una persona  acepta todo esto y falta el respeto debido a las personas, se desacredita a sí misma y a su manera de pensar.


Ponerse en el lugar del otro, aumentar nuestro nivel de comprensión:
Un ejercicio que debemos practicar con frecuencia. Cuando alguno de los nuestros tenga un desliz o una actuación incorrecta no nos irá mal pensar: ”¿cómo se sentirá?... quizás haya pasado un día tenso o esté cansado”. Hemos de comprender que cada uno andamos por la vida “azotados” por muchos vientos. También podría ser debido a su forma de ser o carácter. El hombre es un ser muy complejo, resultado de una infinidad de factores: la educación recibida, las circunstancias que le ha tocado vivir, su propio temperamento, su propio físico…
Siempre nos irá mejor dar un amplio margen al otro, saber esperar... Esto no está reñido con hablar en otro momento, sino  todo lo contrario. Debemos hablar muchas veces, quizás más de lo que lo hacemos, pero siempre de tal modo que el otro se sienta comprendido y animado. 


Reconocer nuestros errores, saber pedir disculpas, saber disculpar:
Si nadie es perfecto ¿por qué nos costará tanto disculpar? Sin embargo ¿por qué nos gustará tanto que nos disculpen?
Cuando una persona es capaz de reconocer su error y pedirnos disculpas parece recuperarse la distancia que se había creado entre nosotros y ella. Deberíamos ver muy natural el  gesto de pedir perdón por nuestros fallos,  así como el de disculpar al que comete errores, ya que el equivocarse es igual de natural en las personas. No nos empeñemos en crear barreras entre nosotros, seamos amigos de quitar hierro a los errores ajenos y evitaremos muchísimos problemas y sinsabores.


Tolerancia y Afecto:
Es muy importante saber vivir en este mundo rodeado de personas de mil formas y colores, y que piensen de forma muy distinta. Obviamente cada uno tenemos unos criterios que nos convencen y dirigen nuestras actuaciones, pero esto no está reñido con respetar la forma de pensar de los demás. Con esta mentalidad todos salimos ganando, pues no hay unos contra otros sino distintas aportaciones, distintas visiones de las cosas y problemas. Si aplicamos fuerzas en la misma dirección (progresar, construir, encontrar soluciones…) éstas se suman; si tiramos en direcciones contrarias, se anulan.
Se habla mucho de la tolerancia, aceptar a las personas y respetarlas. Está muy bien, pero se queda bastante corto. A las personas no sólo hay que tolerarlas (sobrellevarlas con resignación), se merecen más, mucho más. Les debemos afecto. Cada persona es una riqueza para los demás, a pesar de sus limitaciones, y sólo cuando nos sentimos valorados somos capaces de sacar lo mejor de uno mismo. Empecemos por los de nuestra casa, que no les falte nunca nuestra ayuda y nuestro afecto.
Otra idea que puede ayudarnos a aumentar el afecto en casa es la de  tener detalles. Hay hermanos que se pelean con frecuencia, podemos aconsejarles que compensen sus “déficits” de tolerancia  con “extras” de afecto;  por ejemplo, si uno pegó o insultó a otro en un momento dado, puede compensar esa falta de tolerancia con un extra: hacerle su cama u otro trabajo que le correspondiera. Se trata de restituir el afecto que indebidamente se le quitó.
 Si queremos que en nuestra casa abunden este tipo de detalles, los padres hemos de ser los  principales promotores. Hacer  favores, dar sorpresas, ayudar desinteresadamente… todo esto refuerza fuertemente la convivencia.


JUEGO MOTIVACIÓN: “FUEGO EN LA ISLA”

Ahora vamos a proponernos un juego que fomente el pensar detalles para hacer a los demás.
Nos pondremos un fin de semana con nuestro hijos a dibujar en un gran cartel un paisaje de mar con  dos islas caribeñas, separadas unos 20 cm una de la otra. En una de ellas hay fuego. En ella viven muchos animalitos que ahora están en peligro de muerte. (Estos animalitos los podemos recortar de cuadernos ya usados del cole, revistas, cuadernillos baratos de colorear, o dibujados por ellos). Los ponemos pegados en la isla con un pequeño celo.
Ahora cada niño va a tener una pequeña canoa donde cabrán él o ella (será un muñequito que lo represente)  y uno de los animalitos que quieren salvar. El objetivo es llevarlo a la otra isla, donde estará a salvo y vivirá muy a gusto entre  sus palmeras. Para ello, la canoa tiene que avanzar 5 ó 6 tramos (puede ser útil el belcro adhesivo para fijar la canoa y marcar los tramos; también puede ser plastificar el trayecto con un celo ancho y usar un rollito de celo normal para pegar la canoa al camino). Cada vez que el niño/a tenga un detalle con alguien de la casa, avanza la canoa.  ¡A ver a cuántos animalitos logramos salvar! Es toda una hazaña ayudar y arriesgarse por alguien, sensibilizarse por las necesidades de otros.



 












Al final de mes podemos hacer una fiesta  con globos y cadenetas (siempre preparar todo con ellos, poniendo mucha emoción, que les gusta muchísimo) para celebrar que TODOS se han salvado gracias a nuestra valentía y disponibilidad. ¡Celebremos que en nuestra casa nos queremos!



HISTORIA DE LA PRIMERA SEMANA: PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO:

(Adaptación de un cuento oriental)
Julio y Enrique iban a 3º de Infantil y tenían 5 años. La profesora les mandó jugar en el rincón del mercado. Tenían una tienda muy maja, provista de tomates, pimientos, patatas, verduras... en fin, de todo un poco y un gracioso carro de compra. Al cabo de un rato se peleaban porque los dos querían el carrito. La profesora les invitó a pensar en el otro.
                -¿Y qué es pensar en el otro?- dijo Julio.
                - Os lo voy a explicar con un cuento – dijo Manoli la profesora.
“Había una vez un duende que quiso enseñarle a una niña, Maribel, el país de las penas y el país de la felicidad.
- Vamos primero al país de las penas –le dijo el duende a Maribel.
 Le llevó a un gran salón, muy bonito y acogedor, donde había una mesa larguísima, llena de manjares, helados y chuches. Alrededor había muchos niños que querían comer de la fiesta, pero... ¡no podían doblar los brazos! Entonces cogían algo, y no podían metérselo en la boca porque no podían doblar el codo. Así todos gemían y nadie comía, y sufrían de apetito sin poderse saciar.
– Vamos ahora al país de la felicidad –dijo el duende.
 Aparecieron en el mismo salón, con la misma mesa y los mismos manjares, helados y chuches. Llena de niños que no podían doblar los brazos.
-¡Eh! –dijo Maribel– querido duende, te has equivocado y me has traído otra vez al país de las penas.
-No, Maribel, fíjate ahora lo que va a pasar.
Los niños que estaban a la mesa pensaban: “Pobre niño de en frente, no puede comer porque no puede doblar el codo. Voy a darle yo”  y eso hacía, cogía algo y le decía: “Toma, amigo, come” “Oh, gracias, toma tú también” –respondía el de enfrente. Y así comían todos y se reían felices, pues todos se preocupaban de los demás y todos quedaban saciados”.
                Manoli la profesora les explicó:
– ¿Veis? ¡Qué bonito! Ahora podéis hacer lo mismo. Julio puede pensar: ¡Qué a gusto jugará mi amigo con este carrito tan mono! Se lo voy a dejar para que eche tomates y fruta. ¡Se lo pasará en grande!
Julio miraba atentamente a Manoli y dijo:
Toma Enrique.
Su amigo jugó un rato, pero él también había comprendido la historia y también quería hacer feliz a su amigo. Por eso, al cabo de unos minutos se acercó a Julio con el carro y le dijo:
Ahora te toca a ti un ratito, que yo ya lo he tenido.
Gracias.
Sin darse cuenta, al cabo de un rato, Julio y Enrique jugaban tranquilamente sin pelear y compraron y vendieron un montón de cosas.

HISTORIA DE LA SEGUNDA SEMANA: SORPRESA A MAMA.

Era una familia con tres niños: Beatriz, la mayor, tenía 10 años; Luis 6 y Marcos 4.

En el colegio estaban trabajando el tema de la paz, que suele ser a finales de Enero. Y Beatriz, que solía tener brillantes ideas, les propuso a sus hermanos el siguiente plan.
                –  ¿Qué os  parece si hoy le damos a mamá una sorpresa? En vez de pelearnos vamos a tener todo hecho antes de que vuelva de comprar.
En esto sube la madre por la escalera pensando:
                ­– Ay, madre mía, espero que no se oigan gritos nada más entrar.
Al llegar al rellano buscaba con prisas la llave para entrar en la casa lo antes posible; como tardaba en encontrarlas pudo notar un extraño silencio en la casa. Por eso paró y escuchó con atención. Se oían cuchicheos. Metió la llave en silencio y entreabrió la puerta,  pero no entró. Quería seguir escuchando.
        Rápido, los vasos – se oía la voz de Beatriz.
Se oía a alguien manejando vasos de la cocina al comedor.
Luego otra vez pasitos, algo se les debía haber olvidado. Mamá esperó hasta que dejó de escuchar las carreritas de los niños del comedor a la cocina y viceversa. Al fin hizo ruido con la puerta para que los niños se percataran de que ya había llegado.
        Bueno, niños, ya estoy aquí con la compra – disimuló.
Oyó risitas y como que corrían a esconderse. Mamá dejó la compra en la cocina e hizo como que buscaba a los niños.
– Ya estoy aquí, ¿dónde estáis? – se dirigió al comedor.
Se oían las risitas de Luis y Marcos, los más pequeños y cómo asomaban la cara por detrás de las cortinas.
        ¡Bueno! ¿qué es esto? – dijo en voz alta–. ¡Qué mesa tan bien puesta! ¡Oh, maravillas! ha venido un hada.
Los niños salieron del escondite riendo y saltando:
– ¡Hemos sido nosotros! ¡Hemos sido nosotros! – decía Luis.
– Mamá y... ¡huele! –decía Marcos poniendo las manos en la nariz de mamá.
– ¡Oh, qué olor a jabón! – decía mamá. – ¡Qué manos tan limpias!
Todos estaban contentos, muy contentos, y sólo por pensar en mamá y darle una sorpresa.


HISTORIA DE LA TERCERA SEMANA: ELISA Y LOS PANECILLOS.

Elisa era una niña de 7 años. Vivía en su pueblo, cerca del castillo, donde vivía su amable rey. Este rey, se preocupaba de que ninguno de sus súbditos pasara necesidad. Y aunque corrían tiempos de sequía, y por ello de pobreza, se esforzaba porque al menos tuvieran diariamente una buena ración de pan. Por eso ordenaba al panadero que todos los días hiciera tantos panes como habitantes había en el feudo. El panadero empezaba haciendo barritas medianas, pero al final se daba cuenta de que la masa no llegaba para todos y acababa haciendo los últimos panes más pequeños. Y esto pasaba todos los días. Con deseo de que tuvieran una buena ración, el panadero empezaba optimista y al final siempre se quedaba corto. ¡En fin!
Después de sacar los panes del horno, se subía en su carreta, se dirigía a la plaza central del pueblo y allí acudían todos a coger su ración diaria.
A las 12 del mediodía todos los habitantes iban allí, pues era la hora del reparto. Elisa también iba, encargada de recoger los 5 panes que le correspondían a su familia y su abuelo.
Al principio la gente hacía cola educadamente, pero al cabo de unos meses ya no tenían tantos miramientos, sobre todo cuando observaban que unos panes eran más grandes que otros. Con que empezaban a empujar, a colarse, incluso a pelearse por ser los primeros en recoger.
Elisa observaba y comprendió que esa forma de actuar no era propia de personas. Sabía que había panes para todos y pensaba que prefería llevarse los que quedaran, aunque fueran más pequeños. De todos modos, si no era ella la afortunada, lo sería otra familia, ¡qué más daba!, el pan no iba a desperdiciarse. ¡Que les aproveche! Ese era su  deseo.
El rey observó esto durante varios días desde su ventana. Y aunque le apenó la actitud egoísta de muchos de sus ciudadanos, le consoló la generosidad y amabilidad de la niña. Al cabo de un tiempo, al rey se le ocurrió una idea para premiar a Elisa.
Un día, cuando Elisa recogió sus panes y se fue a casa, la familia de la niña tuvo una agradable sorpresa: al partir el pan, cada uno descubrió en su panecillo una moneda de oro. El rey había ordenado al panadero que en lo sucesivo pusiera una moneda de oro en los cinco panes más pequeños; de este modo premió a Elisa por su delicadeza y generosidad.


HISTORIA DE LA CUARTA SEMANA: TODO UN DETALLE

Contaba un señor, que se sentía muy afortunado porque él vivió en una familia donde sus padres y hermanos pensaban en los demás.
Así, contaba una anécdota ocurrida a sus dos hermanas mayores, pongamos Sara y Anabel.
Un día la madre les compró dos vestidos: uno amarillo y otro naranja y le dejó escoger a Sara. A ésta le gustaba mucho el naranja, le parecía que claramente era más bonito. Y por eso mismo, pensó que a su hermana también le gustaría más. Entonces Sara dijo que le gustaba más el amarillo para que Anabel se pudiera quedar con el naranja.
Mira por donde Anabel suspiró: – ¡Ay! Bueno, vale, yo me quedo con el naranja, que es muy bonito mamá.
Este pequeño suspiro le dio la pista a Sara que Anabel prefería el amarillo y le propuso cambiarlo. Ésta sonrió. Al final las dos contentas por tener un bonito vestido y sobre todo por tener una excelente hermana.
¿Verdad que te gustaría tener un hermano o hermana así? Alguien tiene que empezar.
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También son muy interesantes los populares cuentos  "El Príncipe feliz" y "El gigante egoista" de Oscar Wilde que va bien releer de vez en cuando. Hay algunas versiones verdaderamente lacrimógenas.

               



jueves, 14 de marzo de 2013

EDUCAR CON CUENTOS: LA COLABORACIÓN


Siguiendo la metodología descrita en PROGRAMA DE EDUCACIÓN EN VALORES A TRAVÉS DE CUENTOS, os proponemos el tema de la colaboración.

PARA LOS PADRES:
En el último siglo, la historia ha sido testigo de un progreso hasta ahora nunca conocido. Vivimos  en un mundo tecnológicamente avanzado, casas altamente confortables, electrodomésticos de todo tipo nos realizan muchas tareas de forma rápida, fácil y eficaz… Decimos que tenemos una alta calidad de vida en cuanto a bienes materiales, salud…

Esto es bueno… si se sabe usar. Pongamos una comparación. Los medicamentos, además de mejorar nuestra salud, tienen efectos secundarios, a veces bastante peligrosos. Por eso se han de tomar sólo cuando sean precisos. De la misma manera, el bienestar y el confort tomado a grandes dosis tiene asociado un efecto secundario terrible, una auténtica parálisis: el acomodamiento. Podríamos imaginarnos que nos sentamos en un enorme y blandísimo cojín, del cual ya no podemos levantarnos porque, sencillamente, hemos quedado hundidos, engullidos en él.

Quizás  a nosotros este mal no nos ha vencido del todo, puesto que en nuestros años juveniles se valoraba más el trabajo, el estudio, el espíritu de superación, se luchaba por conseguir algo…ya estábamos educados en ello. Sin embargo, a nuestros hijos les ha pillado del todo. Han nacido en un mundo rebosante, tienen todo lo que un niño de su edad puede tener (y algunos hasta lo que a su edad no deben tener) y esto sólo con pedirlo o esperar muy breve tiempo (en algunos casos,  de inmediato). Tampoco suelen trabajar en la casa como se hacía antiguamente, no hay tanta necesidad, de eso se ocupan los padres, los electrodomésticos o alguien contratado cuando los padres no tienen tiempo. De esto se deriva, muy lógicamente, una forma de vida acostumbrada a no esforzarse. No es culpa de ellos. Es culpa del estilo de vida que llevamos y, más bien  de nosotros, padres y madres, si consentimos en tragarnos todo esto.


La soldadura de un brazo roto no se realiza de golpe, es un proceso lento, día  a día aquello va uniéndose lentamente. Si retrasamos o, es más, omitimos la escayola, aquel hueso roto quedará, irremediablemente deformado para toda la vida. Con la personalidad del joven, su predisposición al esfuerzo, al trabajo ocurre algo similar. De forma natural todos tendemos a la ley del mínimo esfuerzo, si no sembramos amor a la superación, si no creamos hábitos serios de trabajo y estudio, si no ponemos responsabilidades a nuestros hijos (quieran o no quieran…) quedarán con una tendencia muy fuerte a evitar todo lo que cuesta. Y en esta vida todo lo grande cuesta. ¿No os parece terrible?  Y esto no es sólo dañino a nivel práctico para ellos (¿cómo saldrán adelante en su trabajo y en su futura familia?), lo verdaderamente grave  es la concepción de la vida, que queda totalmente trastocada: en vez de ser personas que intenten dar lo mejor de sí y ser útiles a la sociedad, serán seres orientados hacía sí mismos, auténticos egoístas, acostumbrados a recibir de todos ¡y con todo el derecho! Esto ya lo estamos viendo en la sociedad que vivimos.

Si intentáramos resolver este problema quizás se solucionarían también el del fracaso escolar y otros tantos problemas sociales.

A pesar de todo, no debemos preocuparnos. Esta terrible “enfermedad” es de muy fácil, muy fácil curación ¡si ponemos remedio! Tan sencillo como acostumbrarles a trabajar y colaborar. Desde muy pequeños, y aumentando las responsabilidades con el paso de los años. Un chico o chica de 15  años debería ser capaz de realizar cualquier tarea doméstica, como un adulto. Nuestros hijos son tan hábiles como cualquier hombre y mujer de la historia hasta nuestros días, no los infravaloremos. Igual que vemos necesario y no dudamos en llevarlos al colegio y que hagan los deberes, hemos de hacerles trabajar y colaborar en casa. Aunque pongan malas caras, aunque se resistan, aunque nos hagan numeritos, no nos sintamos malos padres. Es por su bien. ¡Veámoslo muy natural, porque es tan natural como la vida misma!  El ser esforzados, trabajadores, es un valor que forma parte del ser humano, hay que lanzarlos a la vida preparados para vivir en ella. Hemos de hacerlo con la misma seguridad con la que ponemos una escayola en un brazo roto, los llevamos al colegio aunque lloren o les damos de comer aunque sean inapetentes. Como somos conscientes de la necesidad, no dudamos en hacerlo.

Otro tema es convencerles. Pero lo primero es convencernos nosotros, padres y madres. Los niños toman conciencia de la importancia de las cosas según la importancia que nosotros le damos. ¡Es vital! Si nosotros no nos convencemos, nos vendrán las dudas: “¿Será necesario?... Mejor será que lo dejemos porque ¡cómo se ha puesto!... total  ninguno de sus amigos lo hace”.

De ahí viene la retirada con todas sus funestas consecuencias. No nos sintamos ni malos padres ni equivocados. Debemos pensar todo lo contrario: “Lo necesitan, es por su bien, es preciso. Son inmaduros, no pueden razonar lo que más les conviene”. Nosotros hemos de poner la firmeza, la seguridad… y  cuando pasen los años, ellos estarán acostumbrados y lo comprenderán.

Sólo tenemos que tener mucha paciencia al principio, hasta que comprendan que esta “nueva costumbre” se va a quedar en casa para siempre y lo vayan viendo natural.

La educación funciona así, los niños ponen su parte: la inmadurez, las ganas de jugar, todo el tiempo del mundo para protestar y dar largas (no tienen mucho más que hacer) y nosotros, padres, debemos poner la madurez, la razón, la firmeza y… un cariño muy grande para educarlos con paciencia y delicadeza hasta que ellos sean mayores y puedan ir por la vida solos. Si dejamos las decisiones en manos de unos inmaduros ¿qué  esperamos cosechar? Y esto, lamentablemente, se hace con mucha frecuencia.

PERO ¿CÓMO?

Empezar desde muy pequeños. Pongamos el sencillo ejemplo de  cuando aprenden a ir solos al baño. A veces tenemos tanta prisa que les subimos los pantalones, tiramos de la cadena y apagamos la luz sin darles opción. Y como lo  intenten ellos (torpemente, claro) y no les salga, les decimos que no sean cabezones y se dejen ayudar. ¡Ya les estamos acostumbrando a que se lo den todo hecho! Ellos hacen lo mínimo y los padres lo demás. Esto mismo ocurre en otras muchas circunstancias. Debemos tener paciencia y darles tiempo.

Podemos darles cargos sencillos: llevar servilletas, cubiertos… a la mesa y luego recogerlos. No sólo recoger sus juguetes, hay que variar, si no se aburren; hay mil cosas: guardar cubiertos secos en el cajón, abrir ventanas para ventilar, barrer (¿qué perdemos?), pasar el trapo del polvo, tender, recoger y doblar ropa, arreglar cuentos y juguetes, hacer ensalada u otras cosas en la cocina…

Si decís que no tenéis tiempo… nos lo creemos ¿qué hacer entonces? Pues dejemos lo fácil para los días de entre semana (poned cargos semanales cortitos) y busquemos un hueco más largo el sábado.  ¡Nos tenemos que convencer de lo importante que es esto! Supondrá privarnos de otra actividad, pero pensemos lo que estamos  ganando. Además, no es tanto tiempo. Con media hora será más que suficiente, incluso menos si son muy pequeños (aunque a veces los pequeños quieren más que los mayores, ¡les encanta!). Los de 10-11 años pueden barrer ya muy bien, fregar platos, tender y recoger ropa, limpiar sus habitaciones… hasta iniciarse en serio en la cocina. Podemos aumentar el tiempo conforme se hagan más mayores.

Si queremos empezar este estilo y nos ha pillado con los hijos más mayorcitos, podemos decirles que hemos descubierto la importancia de enseñarles a trabajar, que han de aprender a hacer de todo para saberse desenvolver con facilidad en la vida y que  el aprender a tener responsabilidades y esforzarse, les ayudará a conseguir muchas otras metas que se les presentarán en su vida; que cada persona tiene mucho que aportar a la sociedad y que no dejen este mundo sin su pequeño grano de arena. De ahí que se ha de conseguir el hábito del trabajo, de la colaboración… y como cualquier hábito, se adquiere por la repetición de actos. (Podemos ponerle la comparación con la adquisición del hábito de estudio, de lavarse los dientes, de recoger…). Así empezaremos a poner unos sencillos cargos.

Seguramente al principio lo harán por novedad, pero luego ¡preparémonos!, la rutina empieza y también la desgana, la pereza… y la famosa rebeldía: “¡¡No!!”. Pero no tenemos que preocuparnos, no pasa nada, es normal. Les hace falta nuestra suave, cariñosa pero firme, firmísima postura… “Bueno, cariño, tú ya sabes tu cargo. Como yo tengo también mucha faena, sigo con ella; cuando vayas a continuar, si quieres me llamas y te ayudo (esto es cuando aún no se manejen solos) pero recuerda que el horario no admite cambios: primero trabajar, luego descansar… en el descanso ya podrás (y le recordamos lo que puede hacer entonces: jugar, leer, sus pasatiempos  preferidos…)”.
Y hemos de ser consecuentes, lo segundo, el descanso, no llegará si no se hace lo primero, el trabajo. Además ¿cómo van a descansar si no se han cansado aún? Esto les ayudará a comprender el orden y la lógica de las cosas, y a tener voluntad.

Hemos de valorar mucho más el esfuerzo que hagan que el resultado de su trabajo para fomentarles deseos de intentarlo de nuevo.
También hemos de tener presente una cosa: cuando vayan adquiriendo este hábito, serán  momentos también muy agradables para todos. ¡Cuánto une un ratito limpiando a fondo un baño! Les podemos enseñar a hacerlo con perfección (hasta sirve de juego frotar el grifo con el trapo como la lámpara de Aladino ¡quedará deslumbrante!), y mientras, vamos hablando del cole, de sus amigos, de sus conflictos… Es un momento muy rico pues además de trabajar los buenos hábitos se comparte un ratito con los hijos. No olvidemos que si queremos que nos quieran y nos tengan confianza hemos de empezar por “estar” con ellos,  tratarlos, compartir experiencias…

Padres y madres, gustemos de esta tarea educativa  tan necesaria y tan noble, porque si no lo hacemos nosotros ¿quién lo hará?



JUEGO DEL MES:

Ahora les invitamos al siguiente juego. Entre todos vamos a pintar una linda casita en una cartulina o papel grande.



Como todos formamos el hogar, entre todos vamos a construir la casa. Cuando aportemos un trabajo o servicio, mamá o papá, nos dará un ladrillo, teja u otro elemento, porque estamos construyendo nuestra casa. Los ladrillos pueden ser recortes de papel de colores; el tejado, si es de paja, pueden ser tiras de lana; las puertas y ventanas pueden ser bolitas de papel de seda... en fin, ya os dirá vuestra imaginación.
¡A ver que tal os queda cuando esté terminada!

Os ponemos ahora los cuentos para que podáis hacer la reunión familiar cada semana.



PARA LOS NIÑOS:
CUENTO DE LA PRIMERA SEMANA: “EL PAIS DEL ABURRIMIENTO”
Un señor naufraga y aparece en una isla. Llega a una ciudad y observa que los niños, aún los mayorcitos, no saben apenas hacer nada, ni abrocharse los zapatos, ni prepararse el desayuno, ni hacer los deberes más sencillos, ni recoger sus cosas y habitación... así se pasan la vida reclamando ayuda a sus padres. Estos, a su vez, como tienen que hacer los trabajos de ellos y encima los de sus hijos no dan abasto, y por eso tampoco tienen tiempo de jugar con sus hijos o llevarlos al parque. El resultado es que los niños se pasan el día aburridos reclamando y esperando, y los padres agotados.
Como los padres lo hacen todo, los niños no aprenden y cuando se hacen mayores tienen poca práctica y habilidad. Al hacerse padres son poco habilidosos, van lentos y de nuevo no tienen tiempo para enseñar y jugar con sus hijos. De esta manera el problema se continuaba. Era un país realmente aburrido. El señor náufrago, que observó esto, fue a visitar al alcalde: “Yo tengo la solución a su problema. Convoque a todo el pueblo en la plaza mayor”.Todos fueron contentos, esperando que alguien les pudiera sacar de esta situación tan cargante y aburrida.
 Por eso escucharon con atención: “Señoras y señores, tengan paciencia. Niños y niñas: atended, vosotros tenéis el remedio también. Debéis enseñar a los niños desde pequeños y que éstos colaboren. Cada uno de la casa hará una tarea, según su edad y capacidad. Y en un momento estará todo listo, y os sentiréis contentos”.
Todos pusieron de su parte, los padres en enseñar, aunque les costaba tiempo, los niños en aprender... y en un mes, el pueblo había cambiado. Lo que antes los padres necesitaban dos horas para salir, ahora en media hora estaban preparados. Cada uno se vestía y se arreglaba, mientras el padre organizaba y la madre retocaba... y ¡les daba tiempo a salir al parque, o de excursión, o jugar al parchís! Desde entonces ese país se dejó de llamar PAIS DEL ABURRIMIENTO y se llamó PAIS DIVERTIDO, pues les daba tiempo a trabajar contentos y a jugar mucho.

Ideas para el diálogo:
Primero preguntadles qué es lo que más les ha gustado del cuento, y por ahí tirar de la madeja. Después se les puede hacer pensar que cuando colaboramos en casa aprendemos a hacer las cosas, nos hacemos más hábiles, más "apañadicos" y sobre todo nos hacemos personas útiles. Esto es maravilloso. Da mucha alegría saber que cuando ayudamos aliviamos y alegramos a los otros. Podemos hacerles una comparación: "Si tú fueras una fuente ¿qué te gustaría más: estar seca o sacar un agua fresquísima y buenísima que refresca a todo el que tiene sed? ¡Seguro que la del agua abundante! Una fuente seca ¿para qué sirve?...sólo para poner de mal humor al que se acerca a ella esperando saciar la sed. O, si tú fueras un lápiz , qué preferirías ser ¿uno de esos sin punta o uno con mina estupenda que da gusto colorear con él? ¡Seguro que el segundo! Es que, claro, lo que no es útil ¿para qué sirve? Así pasa también con las personas, cuanto más podamos colaborar y servir, más contentos y realizados nos sentimos.

Además vivimos más a gusto en lo limpio y ordenado, se encuentran las cosas antes, no se nos estropean tanto ni las perdemos. Para colmo, si los niños ayudan a los padres, éstos tendrán un poquito de tiempo (por lo menos un cuarto de hora cada día) para JUGAR juntos a algún juego (aunque sean muy sencillos: la oca, el parchís...). ¡Qué bien nos lo vamos a pasar!


CUENTO DE LA SEGUNDA SEMANA:
“EL TRABAJO DE CASA ES DE TODOS, TODOS RECIBIMOS, TODOS COLABORAMOS”


Manuel no quería recoger en casa porque decía que él no lo había sacado. Sus hermanos y él habían jugado toda la tarde y también dibujado y recortado, con lo cual el suelo estaba lleno de recortes y juguetes. Todo estaba bastante desordenado. Llegó la hora de recoger y todos recogían, pero él insistía:
            – Yo solo he sacado esto, y recojo sólo esto.
La madre le dijo que a él también le ayudaban muchas veces, pero él se puso terco y afirmó:
– Pues ya no hace falta que me ayudéis, a partir de ahora sólo haré lo mío, sólo recogeré lo que saque, y no lo que desordenen mis hermanos.
– De acuerdo, hijo – dijo la madre.
Al día siguiente Manuel se levantó. Iba lento vistiéndose, como siempre, porque era un poco remolón. Le quedaba el tiempo bastante ajustado para desayunar, y cual fue su sorpresa cuando al llegar a la cocina, mamá le esperaba con una sonrisa y le explicó cómo tenía que prepararse la leche y las tostadas, ya que, como dijo el día anterior, él haría sólo lo suyo y no le pedirían que hiciera lo de otros. Así sólo pudo desayunar dos tostadas y sólo pudo llevarse al cole un trozo de pan, pues no tuvo tiempo de preparar un bocadillo. Se ató los cordones de los zapatos rápidamente y se fue al colegio.

Durante el recreo miraba con envidia los bocadillos de sus compañeros: la verdad es que el pan está más rico con salchichón o jamón. Y cuando corrió a la fila casi se cae porque se pisó los cordones desatados ¡claro! Hoy mamá no se los había repasado.
Ya en casa, por la tarde, dijo a su madre que necesitaba un lápiz nuevo y ayuda para los deberes. Mamá le dijo que intentara hacerlo él, pues tenía que ayudar al hermano pequeño. Le costó tanto terminar, que no pudo ir a comprar el lápiz. Se sintió contrariado al pensar que a su hermano mayor no le hubiera costado nada traérselo al volver de la clase de inglés, ya que pasaba delante de la papelería. Pero, claro, no podía pedirle el favor, pues él el día anterior no le quiso ayudar a recoger el puzzle.

Tampoco hubo pan para él en la cena, pues sus hermanos habían comprado sólo dos barras para la familia, y él no había ido a por “su” barra. Manuel empezó a comprender que era muy molesto tener que hacer “sólo lo suyo”, pues “tocaba” más de lo que creía y comprendió que él recibía de los de casa muchos favores y servicios. Al llegar la noche tuvo que reconocer a su madre que prefería dejarse ayudar y ayudar, él a su vez, cuando se le pidiera, aunque no fuera trabajo para beneficio exclusivo suyo.



CUENTO DE LA TERCERA SEMANA:
“EL TRABAJO ES BONITO Y HACE FELIZ”

En un lugar escondido del bosque, existía una ciudad de duendes pequeñitos. Eran muy felices todos. Muy felices, muy felices ¿Sabéis por qué? Porque amaban el trabajo y sabían que si lo hacían bien, los demás estarían muy contentos y satisfechos.

El duende cartero ponía mucha atención en repartir bien las cartas, sin equivocarse de buzón. Y saludaba con amabilidad a todos cuando hacía su recorrido. Sabía que a todos gusta recibir carta, noticias de los familiares o amigos lejanos, por eso se sentía dichoso de repartir en cada carta un poquito de alegría y sorpresa.

El duende panadero también ponía esmero en medir bien la cantidad de harina y levadura. ¡Dónde va a parar un buen pan reciente, crujiente y esponjoso, con otro algo seco y duro!
– Hoy los niños se comerán el bocadillo del colegio de maravilla, ¡que rico les va a saber! – pensaba el panadero.
Y siempre echaba un poco más de masa en la barra, pensando que así estarían mejor alimentados.

¡Qué decir del duende doctor! Siempre dispuesto a remediar el dolor de sus conciudadanos. Escuchaba con tal atención y compasión a los enfermos, que, éstos, después de contar sus penas ya encontraban cierto alivio. No escatimaba tiempo y estudiaba mucho sus libros médicos hasta encontrar el remedio que sus pacientes necesitaban.

¿Y los niños duendecitos? No se quedaban atrás. Les encantaban las SORPRESAS.
– ¡Mamá, SORPRESA! – decían.

Y era cierto, habían puesto la mesa en silencio, para que cuando mamá fuera a llamarles se la encontrara puesta. O si no, habían barrido el patio, o pasado el trapito de polvo. “Mamá SORPRESA”. Y le habían echo todas las camas de la casa. ¡Cuánto reían los niños duendecitos al ver la cara de satisfacción de su mamá!



CUENTO DE LA CUARTA SEMANA: “CON EL TRABAJO SOMOS ÚTILES”

En una granja vivían muchos animalitos. Entre ellos la pequeña gatita “Chati”.
Un día el perro se acercó a Chati y le dijo:
– Realmente, Chati, no sé para qué vales. Yo al menos sirvo para ladrar fuerte y espantar a los ladrones. Mi amo está muy tranquilo y seguro de tenerme a mí.
La pobre Chati quedó triste y pensativa. Al cabo de un rato vino la señora vaca, y también dijo a la gatita:

– Chati eres muy linda pero no sirves para nada. Yo, doy abundante leche fresca. Y la leche es muy importante para los niños y mayores. Además sirve para hacer ricos guisos.

De nuevo Chati quedó triste y abatida. Poco después se acercaron el gallo y la gallina:

– Chati, déjanos pasar, que nosotros tenemos cosas que hacer; mi mujer poner huevos y yo pronto tendré que cantar para que todos sepan que llega un nuevo día.

Así la pobre Chati se sintió tan desconsolada que se puso a llorar. La señora pata, compasiva, se le acercó y le preguntó porqué lloraba:

– ¿Qué te ocurre Chati?
– Pues... que no sirvo para nada y me encuentro muy triste.
– ¡Cómo! – le contestó la pata–. ¡Claro que sirves mucho! ¿Tú no sabes que cuando vienen los ratones, la granjera te busca corriendo a ti para que les libres de esos ladronzuelos? ¿Qué haría nuestra ama sin ti? Te necesita constantemente.

Desde ese momento Chati, al comprobar que era útil a los demás, se sintió inmensamente contenta y feliz. Y siempre procuró que su servicio nunca dejara decepcionada a su ama.


QUINTO CUENTO: “DESPUÉS DE LA TORMENTA”

Tomás era el guardabosque de un precioso bosque. Una noche hubo una terrible tormenta. El viento soplaba feroz, y caían rayos y truenos como nunca.
De pronto, un enorme chasquido ¡Un rayo había caído muy cerquita de allí! Tomás sabía que al día siguiente sería un duro día de trabajo. La tormenta estaría destrozando mucho. Así fue, a la mañana siguiente, Tomás salió temprano y observó innumerables ramas partidas. Pero pronto vinieron a él muchos animalitos buscando ayuda ¡Un tremendo rayo había caído sobre el GRAN ROBLE y había dejado sin hogar a innumerables animalitos, y pajaritos que en él tenían su casita!

Tomás no se acobardó, solicitó ayuda y colaboración de todos. Buscaron otro gran árbol, y cada uno con un encargo se pusieron a trabajar. Uno llevaba el martillo, otro serraba tablas, otro era el encargado de los clavos... y ¡ pin, pan, pun! Después de todo un largo día de trabajo ¡¡consiguieron convertir aquel gran árbol en una gran vivienda para todos!! Era más bonita y confortable que el GRAN ROBLE. Entre todos, consiguieron un hogar como nunca habían visto.
Tomás les explicó que la colaboración y la ayuda consiguen cosas que uno nunca hubiera podido solo. Y los felicitó a todos por su labor.


(del cuento ‘Después de la tormenta’ de Nick Butteworth, Ediciones Destino.)